miércoles, 16 de diciembre de 2009

Ciclo Cultura y Desarrollo - Intervención de la ministra





Estimados compañeros de mesa, estimados asistentes, amigas y amigos todos, amigos de la cultura: para nosotros es un placer dar inicio a este ciclo, que mira la cultura, en el designio de crear políticas nacionales, políticas nacionales de Cultura, que yo diría han tenido realizaciones importantes, pero todavía están en estado embrionario. Todavía tenemos mucho más por hacer que lo hecho, sin quitar en lo absoluto méritos a las realizaciones que nombró el Director de Cultura. Así, por ejemplo, la ley del cine y el audiovisual, la ley de patrocinio, la de seguridad social del artista, los fondos concursables, y el apoyo a las infraestructuras culturales, que son en definitiva centros y lugares donde se desarrolla el fenómeno cultural.

Este ciclo organizado por el Ministerio de Educación y Cultura apunta justamente a la definición de políticas culturales, con toda la delicadeza que ese tema tiene, porque hay que crear políticas, hay que fomentar sin atentar nunca contra la diversidad.

Se llama cultura y desarrollo porque, bueno, es una manera rápida y sencilla de llamar, pero no es que pensemos que la cultura esté separada del desarrollo; todo lo contrario, como bien decía el representante de UNESCO, es parte integrante e indisoluble del desarrollo, no hay desarrollo sin cultura, no hay desarrollo profundo y perdurable sin cultura. La comparación con la ciencia resulta interesante, porque la ciencia también es conocimiento, en cualquier desarrollo a largo plazo hay que considerar la ciencia y la cultura endógenas, capaces de dar identidad, de permitir la expresión y el disfrute de las naciones.

Esta parte indisoluble de la identidad es, evidentemente, una apuesta de muy largo plazo, tal vez de distinta categoría o de distinta linealidad en la ciencia que en la cultura. En la ciencia tal vez es más claro el efecto de progreso lineal o de acumulación. Por ejemplo, decía Newton al crear la ley de gravitación, que es de una importancia tan enorme que todavía no sabemos explicarla completamente, y que dice que el fenómeno que hace caer las cosas en la Tierra, la manzana, por ejemplo, es el mismo que rige el movimiento de los planetas, y eso es una idea de una generalidad admirable; él dice: pude ver tan lejos porque miré desde los hombros de dos gigantes, refiriéndose a Kepler y a Galileo.

En cultura, el progreso no es, evidentemente, tan lineal, no hay un progreso en el sentido estricto de la palabra; pero sí hay un efecto de acumulación y de enriquecimiento. Incluso, aunque las obras sean las mismas, no las vemos igual ahora que hace un siglo, por ejemplo. Las tecnologías de la información y las comunicaciones también tienen una influencia sobre la cultura, que hace que nuestra agenda tenga que renovarse en ese sentido, aprovechando estas tecnologías para coordinar, para conjuntar globalización con localización, que no son fenómenos contradictorios. A veces, las aguas se cruzan, pero de eso surge una corriente más veloz, no resulta en que nada se detenga.

Las nuevas tecnologías nos permiten acceder más fácilmente a mucha cultura, a mucha información, pero también nos permiten poner nuestra propia creación en valor y a la vista de todo el mundo, y tener mayores intercambios sobre nuestras particularidades. Por eso, las tecnologías sirven tanto para lo uno como para lo otro: globalización y localización. El asunto es tener políticas y tener designios que apoyen también la puesta en valor de lo local.

No es fácil distinguir cultura y arte, y a veces, se habla confundiéndolos un poco entre ellos, pero son fenómenos distintos: el arte es más bien la creación; la cultura es mucho más, generalmente una cantidad de particularidades; es -yo digo a veces, de una manera más bien informal-, es la capacidad de disfrutar de todo lo humano. Y es el fenómeno humano por excelencia.

El tema de las políticas y del apoyo del estado a la cultura es un tema evidentemente muy delicado, porque, igual que en la creación científica, igual que en la creación de todo tipo y rasgos, hay que favorecer la calidad, sin ir en desmedro de la diversidad. Hay que favorecer fuertemente el acceso, el acceso democrático de todos, en este caso, de la cultura. Tanto para hacer, para crear, como para apreciar. Es decir, se busca la formación de creadores de cultura, pero también la formación de espectadores, que no es una buena palabra, porque el que aprecia tiene también un papel activo; la verdadera la verdadera apreciación requiere de participación. De disfrutadores de la cultura y también de personas capaces de debatir las políticas culturales democráticamente, porque tienen que surgir de un debate democrático, capacitado e informado.

Por eso digo: el acceso es tanto en cuanto creador como en cuanto apreciador, como en cuanto definidor, en cuanto ciudadanos, en definitiva, porque se trata de un debate ciudadano. El acceso no es evidente y no es fácil, y ha sido una de las prioridades de este ministerio. El acceso democrático, que no está dificultado solamente por las posibilidades económicas y geográficas, que son evidentes, sino a veces, por la necesaria preparación para llegar a la apreciación. Y a veces, incluso, para llegar a la expresión de la propia cultura. No es fácil y es una tarea democrática lograr darle voz a los a los que no tienen voz, lograr la expresión de aquellas minorías marginadas. Y la marginación cultural es una de las más dolorosas, es una de las más importantes. Esa capacidad de expresión puede tender puentes sobre la marginación.

Evidentemente, el papel fundamental en esto lo desempeña la educación. Y la educación, no sólo desde muy temprano, sino a lo largo de toda la vida, porque para la cultura también se educa, para la apreciación también se aprende, y ahí reside una de las claves de esta formación de personas de una sociedad culta y de una sociedad de cultura. Sin duda, hay implicancias económicas grandes, como decía el representante de UNESCO, en el tema cultural. Hay industrias culturales que se están fomentando, especialmente, desde la ley del cine y el audiovisual hasta emprendimientos que están todavía en proyecto en los aspectos musicales, editoriales, que son los que más fácilmente se acercan al concepto de industria.

Un eslogan que usábamos era “la cultura da trabajo”, en doble sentido: da trabajo, porque hay que dedicarle tiempo; pero, también crea empleo. La cultura da trabajo, la cultura crea riqueza, pero no necesita justificarse exteriormente. Si bien estos fenómenos son naturales, se producen y están ahí. Pero la cultura por sí, es capacidad de disfrutar de lo humano, es identidad, es, tal vez, lo más humano del fenómeno humano, porque es reflexión sobre la propia condición. En la cultura se logra aprehender lo bueno y lo malo que nos pasa. La cultura en este país desempeñó un papel no menor de resistencia cuando no tuvimos un régimen democrático: No seríamos lo mismo si no hubiera habido una cultura resistente, desempeñando un papel constante, a veces al borde entre lo permitido y lo no permitido, o a veces simplemente promoviendo la reflexión y el pensamiento libre, para mantener ciudadanos vivos.

La cultura no es sólo disfrute, sino es también capacidad de transformación. Y es, yo diría, casi esencialmente, capacidad de transformación. Si uno se remonta a los orígenes, como el personaje de “Los pasos perdidos”, ve que la cultura, que el arte, que la música, no nace de una imitación de la naturaleza. Al contrario, Aristóteles decía: la naturaleza imita al arte, porque nuestra apreciación de lo natural esta teñida de nuestra culturalidad; al contrario, la cultura más bien nace igual que el arte, de una voluntad de transformación. La primera transformación que al ser humano se le ocurre es la magia. El primer arte es esencialmente mágico, las pinturas de los cavernas eran para cazar. Y la magia sigue existiendo bajo otras maneras. Nosotros sabemos que no se puede tomar atajos con respecto a la realidad, que da mucho trabajo. Pero, la magia de la cultura es cambiar las mentalidades, y las mentalidades son las promotoras del desarrollo. El cambio cultural es difícil; también es el que realmente vale la pena, y sin el cual otros no son perdurables.

Yo no quiero extenderme más, sino darle la palabra al Ministro de Economía y Finanzas que es nuestro disertante de hoy. Muchas gracias.      

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